Ya es ayer, pero entonces era siempre
un trasegar de horarios inmutables
desde la noche al sol.
Cada semana
era distinta e igual a la siguiente.
El niño desdeñaba el calendario
y su patrón reloj era el cansancio.
Edad sin equinoccios, sólo el tiempo
de ser feliz y entonces ignorarlo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario