Dominique Venner era de esos escritores franceses retardatarios que, por ende, no imbuían lo suficiente en la juventud francesa tan filosofal como sí lo hicieron connotados intelectuales franceses, casi todos pasados a mejor o peor vida, para bien o para mal del presente en el cual la nostalgia es una de las principales debilidades de una inmensa mayoría inmersa en el pasado.
El 21 de Mayo se mató con un revólver de un balazo frente al altar de la Catedral de Notre Dame de París.
Conste que se decía ser católico a ultranza. Por consiguiente, conservador, retrógrado y opositor a, por citar, la unión entre personas del mismo sexo.
Su última aparición pública fue en una manifestación en contra del presidente Hollande y del matrimonio homosexual.
No sé si llamarle homofóbico porque homo es hombre, fobia es miedo y homofobia es miedo al hombre.
Gayfobia sí es correcto denominador, ya que estamos. En mi opinión, era un desconocido total hasta que su autodestrucción, la cual, pese a su controversial personalidad, conmocionó a gran parte de Francia y el mundo. Es probable que sea la primera y última vez que se testimoniase semejante frívolo espectáculo como el de Venner. Su drástica determinación a ciencia cierta queda en el tintero por de pronto.
Algo deben de tener los franceses que son de una tara muy peculiar, la versión europea de los japoneses, y algo deben de haber hecho para que resalte dicho rasgo.
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