Argo, Ben Affleck, Carter, Irán y Reagan
El amor al arte, salvo escasísimas excepciones, hoy en día es motivo de duda.
Ni
hablemos si se trata del séptimo arte. No sabemos a ciencia cierta a
qué va Ben Affleck con exactitud o si es una mezcolanza de intereses
suyos.
Mucho menos lo han de saber sus más íntimos allegados, tan
sólo él conoce su leitmotiv interior, como todo ser humano. No es la
gran cosa como actor pero la actuación le supera como director. Es de
esa eterna generación fallida de actores a los cuales no les sale para
dirigir. Que si Argo lo hace por plata, por fama, por sobrevivir en su
carrera, porque sí, por ser un nuevo interés suyo, por elegir al azar,
por los premios, especulaciones, especulaciones y especulaciones nomás.
Sí hay que reconocer que cada film trae consigo uno o más mensajes.
Acabó
monótono tras comenzar bien. Con la película Argo aún no vista por
público alguno, Affleck dio adelantos asombrosos dando a entender que
iba a convertirse en un hollywoodense salido del establishment para
sacar a luz los trapos sucios.
Argo, para muchos, logró la
rehabilitación del ex presidente Jimmy Carter en la mayoría de la
sociedad estadounidense que lo continuaba odiando. Otros afirman que
quedó en intento, mas también quedó en un intento último y bien hecho
para que aunque sea tenga lugar la reflexión para que se posibilite una
pronta y real erradicación del odio fanático hacia Carter en cuestión de
tiempo.
Que quede claro que la antipatía estadounidense se debe a su
política nacional. Porque como personaje internacional es todo lo
contrario. Lo siguen aclamando. Por otro lado, mediante su película, Ben
amplió la conciencia antiReagan pese a haber fallecido y ser figura
admirada por años. En pocas palabras, Carter héroe y Reagan villano.
Hasta ahí todo perfecto pues se pensó que Argo ofrecía una versión
alternativa, radicalmente opuesta a Irán y Estados Unidos bajo la
complicadísima temática de lo que tuvo en vilo al mundo entre 1979 y
1981 nombrada en inglés ‘The Iran Hostage Crisis’. Esa imparcialidad
contrera siempre anhelada.
El ex partenaire de Matt Damon resultó
acorralado, como era de esperarse, aparecieron los monosílabos, a
posteriori la confusión y entonces adoptó, miedoso de la situación
obvia, un equilibrio nada equilibrante que terminó por quemarlo como un
cineasta más del montón sin pretensiones de llevar a la pantalla grande
una ida más allá del mea culpa y las cagadas que se manda Estados
Unidos. Estoy a plenitud convencido de que desarrolló bastantes cambios
antes de los correspondientes estrenos. Sobre todo omisiones.
Lo peor
de Argo: regalarle la gloria de la liberación de los rehenes a la CIA.
Lo mejor de Argo: Pese a la defraudación causada por las presiones de
las manos invisibles de los poderes que no precisamente es una
obligación que provengan de la Casa Blanca, Ben Affleck ayudó a conducir
la mente fuera de todo conformismo en los cinéfilos entendidos del
tópico abordado. ¿Por qué el que lea mi artículo piensa que están
nominados a los premios más destacados Argo, Ben Affleck y demás
involucrados? La contestación es simple y predecible: Affleck no se
animó a narrarlo todo, se informó demasiado y sabe mucho. Por lo tanto,
se calló y lo callaron si quería alguito. La película creo que es muy
buena, saliendo de todo a lo que me refiero. Ahora bien, en parte, Jimmy
Carter sufrió de mala suerte y fue la principal víctima de un cúmulo
situacional orquestado por sus rivales, especialmente los del Partido
Conservador, que con Ronald Reagan a la cabeza, le encajaron la estocada
final, aprovechando su desgaste, su falta de defensa personal y su
facilidad para pisar el palito. Uno va a los cines, ve Argo, sale
quejándose de que su director haya amo hapópe decepcionado. Empero,
pasado un rato, emerge una importante conclusión: La última promesa de
Jimmy era la liberación de los rehenes antes de irse. Tal cosa no
sucedió sino hasta segundos después de la asunción al poder de Reagan.
Vale decir que es curiosa en principio la apreciación de un Reagan
adverso al Irán del Ayatolá Jomeini y que, en cambio, más tarde juntos
manejaron armas y dinero de diversas procedencias controversiales en
Nicaragua acompañados de la mano por Edén Pastora -caso Irangate o
Irán-Contra- y en la guerra de Irán contra Irak (1980-1988). Nebulosa:
¿Financió Irán la campaña presidencial de Ronald W. Reagan en 1980 para
cagarlo a Carter? ¿Se repitió la financiación en la campaña del 84’? Me
parece imposible que el Premio Nobel de la Paz 2001 y sus principales
colaboradores no poseyesen información alguna o sospecha siquiera entre
Reagan e Irán. La justicia yankee no condenó al ex actor. Estaba a cargo
de la función presidencial cuando aquello. Yo supongo que en caso de no
haber desconocido la relación iraní con los republicanos y sus
enemigos, pudo con las respectivas pruebas desenmascarar a quien después
lo derrotó en las presidenciales. Así se aseguraba la reelección…
aunque a precio de sangre desde Teherán.
Autor: José Pablo Frete Yódice, 28 de Enero de 2013
* Prohibido plagiar
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