lunes, 27 de mayo de 2013

Carta a mi papá

Autor: José Pablo Frete Yódice, Marzo 2012

* Prohibido plagiar


Celso Frete Fernández 1947 – Martes 17 de Octubre de 2000

Hola padre querido. Soy tu único hijo José Pablo, escribiéndote desde la Tierra a la cual perteneciste y me hiciste merecer habitar, así como tú, y al que elegiste bautizar con mamá, vos con el nombre de José, tu papi que te crió la mayor parte de tu vida, mi abuelito paterno. Y ella, poniéndome Pablo, por su progenitor, mi entrañable abuelo materno. Esta carta, sea donde sea que te encuentres, sin falta va a llegarte al corazón y a través del calor de mi espíritu para con tu alma salvada. Porque te fuiste en el año 2000, año del Jubileo católico. Y quienes murieron en cualquiera de las fechas de ese año, tienen al respecto una indulgencia plenaria muy especial: sus almas salvadas de inmediato. Nunca antes me puse a pensar en escribírtela, puesto que ya no estás con nosotros, tampoco quiero decir que falleciste por completo, sino que tuviste una mudanza temporal. La mayoría nos dejamos llevar por ciertos pecados desafiantes a Dios mediante el habla, esa vez que conocimos la triste noticia, sin comprender ni intentar aceptar la voluntad de Dios. Cayendo en la contradicción de no cumplir con una parte de la oración del Padre Nuestro –“hágase tu voluntad así en la Tierra como en el Cielo”, pese a ser frecuentemente rezada en tus exequias. Ahora que te escribo, no sé si he saldado una deuda. Dejo a cargo de las personas a las que les toque leer esta carta, además de ti. Como mucha gente, detesto el tributo postmortem. Hubiera sido mejor en vida, mas no tenía la edad suficiente para agradecerte por tantas cosas, difícil de enumerarlas en importancia y de recordar todo lo sucedido en 10 años de convivencia contigo. Mi psicóloga me animó a hacer este cumplido. Nadie previamente me dio tal idea. Con suma honestidad, estos párrafos no me debilitan en absoluto la sensibilidad como para echarme a llorar, tan sólo me hacen cada vez más fuerte sobre todo sabiendo que pasan las hojas del calendario muy rápidas, sucediéndose unas a otras, entre vejentudes, vejeces y juventudes, y yo aquí sigo huérfano en pie sobrellevando tu ausencia, acompañando a mi viuda madre, tu único gran amor de toda la vida, y a tu cuñada, mi tía. Nos sentimos en soledad muchas veces (otras no) desde hace 12 años y la cuenta va a seguir, pero el motivo por el cual continuamos andando es nada más y nada menos que la creencia en el Dios y en la Virgen que te llamaron para acabar con tus padecimientos terrenales. Te llevo en lo más profundo de mí, como heredero de un sello característico de la familia a la que me dejaste con sus respectivas riendas. No pudiste dejarme nada material, es lo que menos importa, en absoluto. Me dejaste una meta: terminar una, empezar otra y así ir escalando metas hasta que me canse o por voluntad propia me retire y pase a descansar y aguarde ser convocado para reencontrarme con vos, luego de varios años de no sentir un gran abrazo como el último que te di, un beso, una bendición, compartir lágrimas, dolores, risas, sonrisas y demás imágenes que mi memoria guardó para siempre. Perdón por mucho. Perdón por mucho sufrir que pasamos y que le hice pasar a mamá y a las tías, tus cuñadas, con sus consecuentes secuelas debido a tu partida. Sé que nos cuesta de la noche a la mañana reponernos. Volveremos a estar mejor. Perdón por realizar lo presente siendo demasiado tarde, me entenderás por supuesto. Gracias por bautizarme como católico. Gracias por incentivarme bastante actividad recreativa durante mi infancia. Gracias por hacerme alumno del colegio Monseñor Lasagna y olimpista. Por establecerme un tiempo para lo que fuese juego, y otro para lo que fuera estudio. Gracias por aquellas salidas los fines de semana por el centro de ciudad capital, los paseos en tranvía y tren, por permitirme ayudarte en la venta de cloro, por lo que me enseñaste para aprender, practicar y, a la postre, aplicarlo en mis enseñanzas para los que van a ser futuros nietos tuyos, los mismos que deseo solemnemente lo hagan de igual modo que yo, a los bisnietos, a posteriori a los tataranietos y así hasta que todos y todas nos veamos en un mundo diferente bajo el manto protector de Jesucristo. Te prometo que no te llorarán más, pues jamás me gustó llorar ni que las personas lloren. Te prometo que te recordarán con alegría.

Te amo papito

Tu hijo único, José Pablo Frete Yódice

Martes 6 de Marzo de 2012

No hay comentarios:

Publicar un comentario