Así me veo yo cuando me muera y durante el pasar de las temporalidades y de los escenarios a futuro.
Pienso en la conexión con la escena final de El Padrino III donde Michael fallece con un can como único testigo empero sobre todo cual compañía pasajera que Coppola pone a consideración al cinéfilo el pensar si el perrito o se queda o se va, y si se marcha, pues Michael Corleone seguirá ahí tendido hasta la descomposición máxima de su esencia corpórea.
Viene a mi memoria la imagen de la tumba de Stroessner en Brasilia conteniendo una flor cuyo origen nos ofrece una interrogante sobre si alguien le dejó esa florcita allí o estuvo de paso, subyugada por los vientos.
Y bueno, todo tiene que ver con todo, a fin de cuentas. Siempre hablan de buscar a seres queridos NN y nunca se habla de algún NN ninguneado para saber dónde está, poder visitarle, pedirle todo tipo de indulgencias, perdones y disculpas por lo que en vida resultó opuesto, recordar los viejos buenos y lindos tiempos, rezarle o hablarle pese a la falta de contestación... Pues bien, me parece que seré el primero en determinado instante, posicionado como adelantado de los olvidados.
Este mensaje no sabe a queja. Ni ahí, nada que ver. No hay sombras subliminales detrás. Al contrario, la vida es una preparación para la muerte, lo dijo Platón o San Alfonso María de Ligorio, pasa que poseo dos versiones, ostento una laguna mental momentánea al escribir estas líneas y por tanto, carpe diem. Gozaré los artificios revelados a mi ser, mientras. Me parece que no se me ha cometido injusticia alguna. Al final y al cabo, los golpes y los golpazos que me noquean incluyendo tras de sí una persecución incesante, son mi merecido. Por mí, no por nada ni por nadie. Por lo que soy: nada ni nadie.
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