No me sorprende cómo termina la gestión de Federico Franco y no espero nada de la administración a cargo de Horacio Cartes porque representa más de lo mismo. No lo voté pero ligaré de rebote junto a muchos lo que sólo debería afectar a la gente que sí lo hizo, pero bueno, se vive bajo la dictadura de las mayorías desde 1989 y es por eso y muchas cosas más que no estoy de acuerdo con la democracia y tampoco con la dictadura, prefiriendo una tercera opción de la cual me explayaré en su debida ocasión. Con suerte, el nuevo gobierno -que de nuevo sólo ostenta el nombre- llega a 2018. Sólo acompañado de eso. Acá no nos vamos a joder todos. Se joderán quienes votaron por el presidente electo y toda su gentuza detrás. El resto, como dije, caerá en aquello que reza 'los inocentes pagan por los pecadores'. Y sí, hablando mejor para peor, caeremos...
El otro, el que se va, lo realiza de una forma a la altura de Alfredo Stroessner, Raúl Cubas Grau y Lucho González Macchi: generando un odio feroz en gran parte de la sociedad nacional que ya se quedará para siempre, siendo imposible que se produzca un resarcimiento de la imagen dentro de, principalmente, el Partido Liberal Radical Auténtico que vuelve a la llanura. Por culpa de Federico, su mariscal de la derrota.
¿Qué carajo de esperanza uno puede poseer de Horacio quien también se manchó en su momento pero significando que una vez manchado, la mancha está? Ninguna. Y no tengo ni una sola duda de que volverá a mancharse. En absoluto. Aquí no es cuestión de ser mal aguero, mala onda o profeta. Mucho menos perdedor. Es nada más la verdad de la realidad que se viene: la prensa no escatimará esfuerzos en investigar a fondo y publicar persistentemente como corresponde cada cagada que se mande el cartismo.
Inclusive ese sector de los medios que lo apoyó (Vierci, Zuccolillo y demás) acostumbrado a usar y desusar gobiernos según cada antojo que se le ocurra.
Esta es mi breve reseña sobre Cartes y Franco a 10 días de otro traspaso de mando presidencial.
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