Este mi traje viejo es el que me defiende
de la envidia insultante del vacío burgués.
Me creen condenado y ya nadie pretende,
ni aun el hombre más malo, condenarme otra vez.
Este mi viejo traje,
y mis zapatos rotos y mi sombrero raído,
ponen en mi persona algo así como un dejo
de hampón y de bandido.
Pero, yo sé quién soy,
y sé hacia donde voy,
y sin jactarme de mi rango,
al ver pasar la vida, negro río de fango
propicio a la piara gruñidora y feroz,
yo le brindo mi verso en el nombre de Dios.
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